Como las olas salvajes, a veces
serenas, tranquilas y sosegadas, otras.
El mar, SU mar se alborota, saca a pasear
su furia, ruge.
Ella lo mira atónita, desconsolada,
no se atreve a penetrar en él.
Cuando llega la calma, ligeras olas vienen
en su busca hasta la orilla, la invitan a entrar.
Ella decide esperar, teme que vuelva la tempestad,
no desea ser una barca a la deriva en un
mar embravecido.
Se queda en tierra firme, allí en la orilla, sobre
la arena mirando el horizonte.
A.M.A.
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